8 de octubre de 2010

Reportaje
Por: Daniel Ciro Ruiz

Simplemente Juan, un hombre de estatura media, complexión delgada, de edad incierta, pero su rostros con arrugas notables y sus manos con algunos callos y pequeñas manchas (por su trabajo, no por la edad) permiten ver que es un personaje de experiencia, con un largo recorrido. Lo mas notable de su rostro y que causa gran impacto a las personas que lo observan, es un expansor en su lóbulo derecho, mas grande que los comunes, mas o menos del tamaño de un pequeño limón, el color rojo claro de su oreja coge cada día mas intensidad, el gran agujero que tiene impresiona a sus compradores, pero en el buen sentido de la palabra. Pero lo que mas impresiona son las obras tan especiales que este hombre hace con metales y alambres reciclados, que son la materia prima del sustento del artesano y su mujer, con los cuales hacen maravillas que maravillan a sus compradores, o simplemente a quien pasa por el sitio. Ana también contribuye con su talento, los hilos son lo de ella, a través del contraste multicolor en cada uno de los accesorios que crea, plasma una personalidad cálida y divertida, a diferencia de Juan que transmite en su arte la seriedad y la nostalgia características de él, quizás toda su alegría se quedó en alguna parte del Sudamérica, quizás en alguno de sus viajes.

Este personaje se encuentra dentro del 61% de trabajadores informales en Colombia, según notifica el Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas (DANE), frente a un 29% trabajadores formales, con un contrato y un sueldo definido, aunque las causas de la informalidad laboral en el país se deben a la poca oferta laboral, en el caso de Juan es todo lo contrario, simplemente no desea un empleo normal.

Su espacio de trabajo, un retazo de tela negra extendido en el suelo, es donde sus pulseras, aretes, anillos y cadenas salen a la luz pública pretendiendo ser del gusto de algún comprador que por allí pase. En su puesto no solo están exhibidas sus obras de arte, también las de su mujer, Ana, con la que vive en alguna parte del poblado desde hace tan solo seis, con la que convive y con la que comparte su pasión día tras día, Juan es un hombre relajado, tranquilo y que transmite una maravillosa serenidad, pero a su vez es prudente, a las preguntas que se le hacen responde con bastante cautela, no entra en muchos detalles y simplemente va al grano.

No nació en Medellín ni mucho menos en Antioquia, aunque si estuvo cerca, nació en Pereira, pero desde joven decidió probar suerte en la capital paisa, ya que según él su ciudad de origen no le gusta, y que si va, es solo con el firme propósito de visitar a su familia, sus seres queridos, tres días es el limite para quedarse allí. A pesar de que no conocía a Juan con días o semanas de anticipación, el fue una persona amable que trato de responder a cada uno de mis interrogantes

  • - ¿Desde hace cuanto estas en esto de la artesanía?
  • - Pues desde hace veinte años mas o menos
  • - ¿Alguien te enseño a hacer todo esto?
  • - La verdad no, esas son cosas que uno aprende en la calle
  • - ¿Y en ningún momento has pensado en buscar un trabajo más estable?
  • - Claro que no, no me gusta que me manden, además en el colegio no era muy bueno, la artesanía es lo que verdaderamente amo
  • - Pero ¿Por qué el parque Lleras? Es que…
  • - Este es la mejor zona para ganar lo suficiente, para poder vivir una vida digna.

Los viajes de un artesano

No podía resistir preguntarle a este personaje sobre si él era padre. Luna, una niña de seis años, es el motor de Juan, lamentablemente esa fuerza esta a miles de kilómetros de Medellín, está en Brasil. Cuando recordaba a su pequeña hija, lo hacia con alegría, pero a la vez se notaba en el fondo de sus palabras una inquietante tristeza.

Juan ya había conocido la mayor parte del cono sur del continente americano, en un principio como mochilero, se transportaba “a dedo”, trabajaba en una ciudad y cuando recogía el dinero necesario se iba hacia su próximo destino, él se movía sin ninguna documentación y con la intención de llevar su arte callejero ante otros ojos, que podrían o no valorar su forma de trabajo, no se como se las ingenio para pasar las fronteras, repito, Juan es un personaje que no entra en detalles, y sus respuestas son a veces, un poco vagas.

Ecuador fue su primer destino, pero a la hora de relatar alguna anécdota o historia durante su estancia en el país vecino, se le notaba algo molesto al recordarlo, no se adentro en detalles, no menciono nada de nada, entonces Ecuador no marco el viaje de este artesano, paso por allí sin pena ni gloria.

A continuación Perú, muchos artesanos que conozco, dentro de los cuales algunos son cercanos a mi anhelan conocer y viajar a este país, por su cultura y tradición indígena. Cuando Juan menciono que estuvo en este país, pensé inmediatamente en grandes anécdotas y un montón de nuevas experiencias, y lo único que encontré fue “ni multado vuelvo a pisar suelo peruano”. Solo estuvo un mes allí, y eso que ni transcurridas las dos primeras semanas lograba amañarse, se había cansado de ese lugar, era prácticamente un calvario para el artesano, en Perú solo encontraba a personas que le generaban desconfianza, aunque en ningún momento expreso un hecho o situación concreta, solo se limito a hacer un rostro de enfado combinado con algo de tristeza y un toque de amargura, y a mencionar “los peruanos son unos ladrones”.

Argentina, fue la próxima parada que relató, allí se quedó un poco mas de tiempo, tres meses, a pesar de que este tampoco fue uno de sus destinos favoritos. La arrogancia es la forma en que Juan describe a los porteños, los monos altos y ojiclaros no valoraban las obras de este artesano, solo estuvo en la capital, Buenos Aires, y aunque arquitectónicamente le llamo la atención, la calidad humana esta en el fondo del hueco.

Una Latinoamérica vista desde las calles

No quería desviarme demasiado de mi objetivo, deseaba saber el resto de los viajes de este artesano. Al preguntarle de nuevo por su pequeña hija, me remitió a Brasil, país en el que vivió durante ocho años. Por cosas del destino, Juan se quedo una larga temporada en el territorio carioca, a diferencia de sus otros destinos, se notaba la alegría con la que recordaba su estancia y sus vivencias en Brasil.

Mientras estuvo allí, conoció Río de Janeiro y Sao Paulo, vendía su colección de tesoros en los centros urbanos y en las playas, además encontró un ambiente familiar, donde aprendió técnicas de trabajo y comenzó a ver el mundo y su situación desde otra perspectiva, una mirada mas optimista ante la vida. Sus colegas artesanos lo hacían sentir propiamente local y no un extranjero más, algo que no pasó con los otros países que visito.

La mejor anécdota que Juan cuenta mientras vivió en Brasil, fue su hija Luna. De nuevo regresa la nostalgia a su rostro, pero lo disfraza con una enorme sonrisa, y de nuevo, aunque quiero saber mas a fondo la historia de su hija, la información es muy limitada. Luna vive con su tía, por el momento la única forma de contacto con su motor es el teléfono o una webcam.

Aunque Juan era feliz viviendo en Brasil, hacia lo que mas le ha gustado en la vida, y vivía con su amor mas grande, tuvo que regresar a su país de origen, cuando se le pregunta por la razón de su regreso, dice: “A veces la tierra llama”. En ningún momento Juan menciono a la madre de luna, ni como la conoció ni como fue su relación con ella, respecto a este tema tan personal era cuando mas tomaba una actitud prevenida, y en un momento sentí que ocultaba muchas vivencias y situaciones tras un muro muy grueso, que no logre penetrar.

  • - ¿Cuándo vas a ver de nuevo a tu hija?
  • - Espero que en no mas de un año
  • - ¿Vas a ir a Brasil o ella viene a visitarlo?
  • - Me toque ir, estoy recogiendo para poder irme
  • - ¿Estás ansioso por volver a este país?
  • - Claro, quiero visitar a mis amigos, volver a ese maravilloso país y desde luego ver y abrazar a mi luna
  • - ¿Hablas portugués?
  • - Sim, eu falo portugués

Los gotas de agua que comienzan a caer, y que no tienen piedad con quienes trabajan al aire libre interrumpen nuestra charla. Juan es un hombre inquietante, que oculta grandes cosas, aunque es normal que no abra su corazón ante un desconocido. Hace tan solo seis meses regreso a Colombia, pero si por él fuera viviría el resto de su vida en el país de la samba y el futbol, donde ha sido mejor recibido que en su propia patria, pero lo mas importante, el vinculo que más lo une con ese lugar que a veces se siente lejano, es una Luna que lo motiva a ser alguien mejor, y que seguramente es la fuente que inspira de su arte callejero.

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