Sin falta alguna, durante todos los días de la semana, la popularmente conocida como “La vía vieja a Caldas” recibe a centenares de ciclistas: profesionales, ex profesionales, gomosos, e incluso a aquellos que van con la firme intención de tomar disciplina deportiva, y desfallecen a la primer semana; la categoría ciclística no es atenuante para restringir la exigencia física de quienes devotamente cumplen la cita con sus bicicletas y con la ruta.
Caso puntual de dicha fidelidad son los hermanos Diosa, Edgar y Roberto, quienes desde hace más de 30 años realizan el recorrido desde el municipio de Itagüí hasta el parque de Caldas, lugar done finalizan el ascenso, eso sí, en compañía de un buen jugo de naranja y una charla con sus compañeros de travesía, diálogo que puede tardarse inclusive más que el mismo desplazamiento.
Pero no todos han sido buenos momentos alrededor del deporte para estos ciclistas, en más de una ocasión han sufrido accidentes en la vía, gran parte de ellos debido a la intolerancia de los conductores de transporte público y en ocasiones a la imprudencia de ellos mismos como ciclistas; accidentes que han bajado de sus bicicletas a estos pedalistas por grandes espacios de tiempo; fisuras, golpes y fracturas han sido parte de las consecuencias.
Quién practique alguna disciplina como estilo de vida, fácilmente pueda entender esa posición y asocie de manera natural el hecho de que un golpe le permita alcanzar mucho más amor por lo que hace, amor que pareciera no acabarse por la actividad ciclística en nuestra región, así como lo demuestran los hermanos Diosa, quienes anhelan seguir pedaleando hasta el parque de Caldas hasta que la vida se los permita.
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